LOS INSTITUTOS SECULARES



Los Institutos Seculares están formados por individuos que viven en el mundo, hacen los tres votos de pobreza, castidad y obediencia y se dedican a las obras de apostolado indicadas por el propio Instituto. El Código de Derecho Canónico regula su modo de vida en los números 710 a 730.

Es conveniente explicar que aquí se entiende por “el mundo” a toda la serie de actividades propias de una persona laica, es decir, de una persona que no se consagra a Dios dentro de un Instituto de Vida Religiosa.

Estas personas pueden vivir solas, con su propia familia, o en grupos de vida fraterna, de acuerdo con sus Constituciones. Pueden, además, tener una profesión laical, como por ejemplo la de ingeniero, maestra, médico o tantas otras. Pero se distinguen en que se consagran a Dios mediante los votos de pobreza, castidad y obediencia.

Su misión es muy peculiar. Viviendo como cualquier otra persona del mundo, deben impregnar todas sus actividades de una gran caridad cristiana, imitando a Cristo en todo momento. Deben ser levadura en medio de la sociedad.




Muchos de ellos no llevan ningún distintivo religioso y así viven su consagración a Dios en medio del mundo. Por eso se llaman Institutos Seculares, ya que la palabra “secular” se refiere a la persona que viven en el siglo, es decir, en el mundo.

Los miembros de estos Institutos participan de las tareas de evangelización de la Iglesia en el mundo y desde el mundo. En él su presencia, como ya lo hemos dicho, actúa a la manera de un fermento. Su testimonio de vida cristiana debe ayudar a todos los hombres a ordenar las realidades temporales hacia Dios y a penetrar el mundo con la fuerza del Evangelio.

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